No soy una persona a la que haya atraído nunca la idea de las relaciones largas. He disfrutado de relaciones esporádicas muy diversas y satisfactorias, pero nunca he querido "atarme" a nadie, porque de alguna forma, eso termina estropeando las relaciones. Estaba en lo cierto entonces, pero no lo estoy ahora: con el tiempo, vamos atravesando etapas distintas y deseando cosas... radicalmente distintas. Imprevisiblemente distintas.
Maribel ha sido la única relación larga que he tenido -y que tengo aún, afortunadamente-, y desde luego, es la única relación larga que deseo tener. Nos conocimos de forma casual en una visita guiada, hacia 2017, en la que coincidimos tanto en el viaje como en el hotel y todo lo demás. Ella viajaba sola, y yo también. Hablamos de arte y de astronomía, y de varios otros temas más en los ratos libres de la visita guiada, de forma espontánea. Hubo familiaridad y buena sintonía desde el minuto uno entre nosotros. En seguida noté que de alguna forma le había caído en gracia. Estuvo un poco torpe buscando una excusa para darme su número de teléfono y pedirme el suyo. En un principio dudé, porque, bueno, en fin... ¿cómo decirlo...?
Dudé porque yo tenía entonces 34 años, y ella 57.
Me avergüenza un poco decirlo ahora, cuando ya llevamos 4 años increíbles juntos, contra todo pronóstico. Pero precisamente estoy aquí para normalizar estas relaciones, donde el peso de la edad cae del lado de la mujer. Echando la vista atrás, imagino lo difícil que fue para ella dar el primer paso y romper el tabú de la diferencia de edad. Le di mi teléfono, aunque no sabría decir por qué. Maribel era -y sigue siendo- una mujer atractiva, pero yo jamás había estado nunca con mujeres mayores que yo. Me encontraba un poco en fuera de juego, sintiéndome un poco mal por el hecho de que no me interesaba en absoluto tener una relación estable, y que ella entendiese que era por la diferencia de edad. En aquellos momentos yo pensaba más con el pene, y sólo la veía a ella -y a cualquier otra- como otra conquista más que añadir a la lista. Sin embargo, ella ya intuía esto, y con la excusa de salir a tomar un café, me habló con franqueza. No recuerdo exactamente sus palabras, pero se parecen bastante a estas:
-Mira, verás... Me siento un poco tonta sacando siquiera el tema... Eres un chico tan guapo, tan culto, tan divertido... No quiero que tras el viaje dejemos de vernos. No estabas planeado, yo, estoy divorciada, y me siento un poco... descolgada de los demás... Sé que soy muy mayor, y que tú, probablemente...
Se me encogió un poco el alma al oírle decir esto. La tomé de las manos al otro lado de la mesa del bar y la sonreí. Acarició las mías aliviada. Lo que yo le dije se parece bastante a esto:
-Yo... vaya.
No sabía que decirla. Pese a que intuía lo que me iba a decir desde antes de ir a tomar el café, y pese a que estaba preparado para ponerle cualquier excusa, me quedé en blanco.
-¿Damos una vuelta?
Sonrió aliviada, y yo también. Caminamos en silencio durante unos 100 metros, y afortunadamente, ella acercó su mano derecha para tomar la mía.
¡Qué sensación! Nunca jamás había caminado de la mano con ninguno de mis ligues, breves o algo más duraderos. Y ahí estaba yo, debutando por primera vez en esa situación, con una mujer mucho mayor que yo, que se me acababa de declarar a lo kamikaze.
Al cabo de unas bocacalles, la cogí de la cintura, la llevé aparte por la cintura, y la besé. La arruiné el pintalabios, pero fue por una jodida buena causa.
Para mi sorpresa, estaba enamorado. Y al igual que para Maribel, para mí tampoco estaba planeado.
Las cosas se sucedieron bastante rápido, o así lo recuerdo: mis visitas a su casa, las suyas a la mía, los viajes juntos, y finalmente, la convivencia, feliz hasta la fecha.
La parte negativa de esta historia es que todo lo que he narrado lo hemos tenido que hacer a escondidas. La diferencia de edad nos delata a los dos, y las inquisidoras miradas de desaprobación de la gente nos han hecho sentir incómodos desde el principio. Y ni hablar de mencionarle nuestra relación a nuestras familias.
Actualmente, yo tengo 38 y ella 61, y siempre que queremos hacer un poco de vida social, tenemos que fingir que nos encontramos casualmente, o presentarnos el uno al otro como conocidos del trabajo, o de trabajos pasados, si queremos salir un poco con amigos. Y siempre sin mostrarnos ningún tipo de afecto delante de los demás. A mí en particular me importa bien poco la opinión ajena, pero Maribel se siente incómoda. De modo que no la presiono, y acepto continuar con el juego.
Debido al tabú actual sobre la diferencia de edad, que se agrava aún más debido a que es la mujer la mayor de la relación, y que además está cercana a la jubilación, nuestra vida social se ha visto fuertemente limitada, y pasamos muchos fines de semana en casa los dos solos, viendo películas, series, jugando a la consola, o simplemente leyendo. Y obviamente, también haciendo el amor. Tenemos mucho que contar sobre nuestros juegos sexuales, quizás profundice en ello en otro hilo

Salimos a pasear juntos, sí, pero de noche. Vamos juntos al cine, sí, pero sacando entrada por separado, procurando que estén juntas. Vamos a museos, sí, pero... en fin... Siempre disimulando.
Maribel me ha animado a escribir esto para pedir a la gente que acepte que las relaciones con diferencia de edad, sea la que sea, en las que la mujer es mayor que el hombre, son igual de válidas y de hermosas que las del resto de la gente. Hollywood se ha empeñado en normalizar relaciones donde es el hombre el que tiene permitido sacar todos los años que quiera a la mujer. Y no me parece justo, y creo que tal vez se me escuche mejor a mí reivindicarlo por ser hombre, no sé. Quizás este no es el foro más adecuado para hablar de esto, pero por algún lugar hay que empezar.
Por favor, respetad la vida sentimental de los demás. No pongáis más trabas aún a la gente que se quiere, como Maribel y yo.
¡Gracias por leer hasta aquí!